miércoles, 3 de mayo de 2017

LA PARTE ESCONDIDA DEL ICEBERG de Màxim Huerta



"Te doy toda esta novela para que aparezcas". Y con esta frase que lo engloba todo, yo ya no tendría que añadir nada más.

También podría quedarme en la superficie y contaros que es una perfecta guía turística de París, y un bonito recorrido tanto por la ciudad, como por el interior del protagonista. Y la verdad es que puedes intentar verla así si lo que pretendes es salir indemne de ella. Pero allá tú si eso es lo que quieres. Y yo, ni quiero ni puedo. Cuando una novela es tan generosa, estás en deuda con ella, y lo mínimo que se puede hacer es desnudarse de la misma manera que lo hace ella.

“La parte escondida del iceberg” es la última novela de Màxim Huerta. Pero esta vez no recurre a la ficción para escribirla, sino que se muestra de verdad, exponiéndose completamente al desnudo. En ella repasa momentos de su infancia, de su madurez, con su familia, con sus amigos o con sus colegas de profesión. Pero sobre todo habla de su amor. No ‘del amor’ como algo genérico. No del amor fraternal o filial. No. De SU amor. De ese amor que nos marca para para siempre. Ese amor que con un poco de suerte todos hemos tenido, y que en muchos casos algunos hemos perdido.

El autor se muestra tal y como es, lejos de tabúes y convencionalismos, haciendo un recorrido interior y exterior por esa relación que terminó, pero que no llegó a cerrar en su momento, por ese amor mayúsculo que merece la pena ser vivido hasta las últimas consecuencias, aunque estas sean dolorosas. Y Màxim  lo hace públicamente, regalándonos cada minuto de ese exorcismo interno y haciéndonos cómplice de él. 

Para ello viaja a París, y nos lleva de la mano mostrándonos las calles y los lugares que una vez recorrieron juntos. Un paseo que tiene algo de ceremonial, y que es una despedida de una etapa. Un punto y final escrito, para poder empezar de nuevo.

Y es que todos tenemos un París al que volver a cerrar heridas. Y ha habido momentos en los que las palabras de este libro se me han ido clavando como agujas, en la medida que lo iba leyendo. Me ha dolido y me ha hecho llorar sin consuelo, hasta el punto de tener que apartarlo alguna vez, haciéndome reconocer que yo no había sido capaz de volver a mi París particular a cerrar del todo alguna etapa de mi vida. Porque, como me dijo una vez una amiga, uno sufre y tarda en olvidar en la medida en la que uno ha amado.

Esta novela es como ese chocolate caliente que te tomas en invierno: que hay que beberlo poco a poco, sorbo a sorbo, porque te quema en cada trago, pero al final te reconforta y te quita el frío. Y antes he dicho que yo no había vuelto a mi París particular. Pero este libro ha conseguido que lo haga, que realice ese paseo y me despida de algunos lugares y algunos momentos que tenía pendientes. No físicamente, está claro, pero sí interna y emocionalmente. Sí he transitado esas calles que debía haber recorrido hace tiempo.

Y según iba leyendo iba siendo consciente de muchas cosas que no había sido capaz de ver. Me he dado cuenta que todos somos una casa en la que, si se va un inquilino, debemos volver a acondicionar las habitaciones para que vuelva a ser un hogar. Porque si no, se terminarán formando goteras, y o las reparamos o nos tendremos que acostumbrar a vivir con ellas.

Y he sido consciente de que somos un iceberg, que nuestra parte escondida es mucho mayor que la visible. Y que eso que no se ve, que muchas veces creemos que va a terminar hundiéndonos, es lo que realmente nos mantiene a flote.

Iba avanzando en el libro, y a la vez me iba dando cuenta de lo que me iba a costar escribir esta reseña, por diferentes motivos. Por un lado, porque me parece tan maravillosa, tan bien escrita, tan real y tan perfecta, que cualquier cosa que pudiera yo decir de ella se iba a quedar corta, y que nada de lo dijera podría reflejar certeramente todo lo que me ha hecho sentir.
Y por otro lado, porque estaba siendo consciente de que escribir esta reseña, me iba a obligar a abrirme de una manera que creo que nunca había hecho por aquí.

Y el exorcismo de Màxim, lo convertí en el mío. Alejando fantasmas, cerrando puertas que pensaba que hace tiempo estaban clausuradas, pero a las que faltaba echar el cerrojo. Recorrí ese París mío, que no es el mismo que el suyo, pero que es el mío. O lo era, porque quizás ya no me pertenece. Y me ayudó a quitar el polvo a las habitaciones y a reparar las goteras. Incluso llegué a darle una manita de pintura al techo.

Terminé el libro. Y me lo quedé mirando cerrado, yo sentada con las piernas encogidas, sobre mi sofá. Y seguí mirándolo. Y seguí llorando. Porque ha sido el libro que me ha hecho llorar ríos. El libro que más me ha tocado y removido en mi vida. Que me ha roto por dentro y después me ha reconstruido.
Y su final es, de alguna manera, mi principio.

Esta es la novela más personal de Màxim, y se va a quedar conmigo y en mí para siempre. Y esta es posiblemente la reseña más personal que he escrito.

Màxim, te doy esta reseña para que nunca te vayas.



10 comentarios:

  1. Me has dejado sin palabras,deseando leerla

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mucha gracias, Johanna. Creo que te encantará la novela.
      Un beso grande.

      Eliminar
  2. Pero qué bonita reseña! Enhorabuena por tu sentimiento Olga! Tengo más ganas aún de leer a nuestro Màxim ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, Beíta. Sabes que tu opinión es muy importante para mí. Un beso.

      Eliminar
  3. Me encanta, todos hemos tenido ese "lugar" al que volver y cerrar una puerta. Tendré que leer a Maxim por tu culpa Olga.

    ResponderEliminar
  4. No conocia esta faceta tuya Cinde, son muy expresivas tus palabras. Me gustaria leer ese libro pero no se si lo encuentre aqui. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Consuelo. Me alegro que te guste. En digital sí que podrás adquirirlo, en papel no sé.
      Un abrazo.

      Eliminar
  5. Me llega tu reseña después de haber leído el libro. Te la agradezco tanto, igualmente. Gracias ...Resueno contigo en tantas palabras ...
    Y con el autor, bueno, pletórica de afecto. Y conmovida. Y empática. Y agradecida... y es que ... digamos que su deshielo ha llevado a cuartearse otros hielos, y a derretir otros tantos, lágrima a lágrima. Los míos. Y le lleva su tiempo al hielo derretirse en medio del frío, con el único calor y la sal de las lágrimas, verdad? Eso sí, con la calidez añadida de la compañía del autor y sus palabras. Como un compañero amigo que hace el sendero primero, va delante, y va dejando pistas y miguitas que sientes que son para ti. Y es que el hielo duele al cuartearse, comienza el alivio cuando comienza a derretirse, cuando ya fluye en lágrimas ...
    Generosísimo y muy muy valiente el autor. Y tú también! Y yo mucho menos, desde luego, seguro, pero al final, deseo para los tres, y para todos sus lectores, ese estado sereno, luminoso y genuino: "Tan felices que ni nos enterábamos"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, Olga.
      Gracias por leer la reseña y por las palabras tan bonitas que me dedicas. Yo sólo transmito lo que me ha producido el libro. Soy una mera voz.
      Desde luego, que comparto cada una de las palabras que dices. Y, por supuesto, que deseo que encuentres (encontremos) esa felicidad.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar