No conocía a Ana Cantarero más
que por su faceta de redactora, y aunque no es ningún secreto que siempre he
sido muy fan de sus artículos y de su tremendo humor, he de reconocer que me
sumergí en “Miss zapatos de lujo” con alguna reticencia. Más que nada porque no
creía ser el público objetivo de la novela. En un principio pensé que estaba
enfocado más a jóvenes a las que yo podría doblar la edad. Sin embargo ¿por qué
tenemos esa manía de etiquetar y encorsetar tanto las cosas? Por suerte, me
dejé de prejuicios, y he tenido la suerte de descubrir una maravillosa faceta
de Ana, y un libro realmente entretenido.
En “Miss zapatos de lujo” nos
encontramos con Marta, una niña bien, con un novio aparentemente perfecto, que
un día decide dejar su trabajo de redactora en una revista, para pasar a formar
parte de una discográfica como asistente de un emergente grupo de rock. Lo que
en principio parecía simplemente un cambio laboral, termina poniendo patas
arriba su vida, sus emociones, sus convicciones y sus prejuicios.
En rasgos generales y a primera
vista, estamos ante una novela chick-lit. Sin embargo, en cuanto profundizas un
poco en ella, te das cuenta que va mucho más allá. Que para nada nos
encontramos ante una historia banal, aunque esté contada de manera muy ligera y
sencilla de leer.
Porque Ana ha creado a Marta y
Nick, dos protagonistas tan opuestos que se encuentran irremediablemente. Dos
personajes con los que yo personalmente no me siento identificada para nada: Marta
por defecto (demasiado cursi, voluble e insoportable), y Nick por exceso (no me
gustan las personas a las que su ego se las ha comido y que se muestran de
vuelta de todo). Y eso es lo bueno, que son personajes que te los crees porque
son reales, empatices o no con ellos. Son personajes que producen emociones.
Son dos personajes que se
convierten en personas que tienen luces y sombras. Que traen unas tremendas
mochilas a la espalda, con las que no sólo tienen que aprender a vivir, sino a
convivir. Personas con problemas psíquicos y emocionales, con trastornos
alimenticios, dos personas con unas carencias afectivas tremendas, que ni ellos
mismos saben si quieren reparar.
Nos encontramos con una historia
de adicciones y dependencias, en un amplio sentido de las palabras. Dependencia
al amor, al sexo, a las personas, a los medicamentos, a ser aceptado, al éxito,
a la vida, a la muerte,…
Pero estos protagonistas y sus
historias y problemas no vienen solos. Traen una serie de secundarios de lujo,
sin los que su historia, y por tanto la novela, no estaría completa. Unos secundarios
tan perfectamente dibujados que en ocasiones adquieren su propio protagonismo.
Y es una novela que, sin
pretender darnos ningún tipo de lección ni moralina, al final nos enseña que
cuando la vida te pasa por encima no una, sino varias veces, aún puedes sacar
fuerzas por muy débil o inseguro que te creas. Y devorártela. Porque como no lo
hagas será ella la que te devore a ti.
Nunca he sido muy fan del chick-lit,
y sin embargo alguna de mis personas favoritas y que más admiro, son autoras de
este género. Y Ana Cantarero está entre ellas.
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